Marginalia. Novela desconocida - Contracultura - Literatura Marginal.
Colección Marginalia
 

IR SHEL OR

La Ciudad de la Luz
I. De la Creación

MARIANELLA ALONZO ALVAREZ

CAPÍTULO TRES
Del Destierro

PEREGRINAJE: SOLO EN EL DESIERTO

I

De los Textos Sagrados de Alejandría:

Siete erán las ciudades de Dios. Siete se habrán de fundar. La primera, Alejandría, patria y cuna de los hombres de fe. La segunda, hacia el sur, la ciudad de piedra. Hacia el suroeste la tercera, el oasis del desierto. Al noroeste la cuarta, la ciudad abierta. Cruzando el mar, hacia el oeste, la quinta, en la isla del sol. La sexta hacia el noroeste, la ciudad maldita. Y hacia el suroeste, la séptima, la ciudad guerrera.

“Siete ciudades y en cada una un templo. Duhbe el primero, Merak el segundo, Phekda el tercero, Megrez el cuarto, Alioth el quinto. El templo doble de Alcor y Mizar el sexto, y Alkaid o Benetnasch el séptimo. Siete templos que se corresponden con las siete estrellas de la Ursa Major19. Así, unido estará lo terrestre con lo celeste. Como es arriba es abajo. Así en la Tierra como en el Cielo. “

El Mapa de las Siete Ciudades


URSA MAJOR

La Osa Mayor y sus Siete estrellas

 

II

Cuarenta años duró el peregrinaje de Malén Lozáh. Entre la colocación de la piedra angular de una ciudad y la de otra, se sucedían largas jornadas de meditación y ayuno, conversaciones con el Padre y prolongados períodos de oración.  El Malén que emprendió camino por mandato de Dios hacia la Tierra desolada, no sería el mismo que regresaría a Alejandría. Pero, de todas las pruebas que enfrentó en su transitar, la mayor le esperaría, precisamente, a su regreso.  He aquí el relato de su travesía:

Emprendió el Patriarca el viaje hacia el sur, atravesando la cadena montañosa que circundaba la ciudad de Alejandría y dirigiéndose hacia el Gran Desierto. Cuarenta días y cuarenta noches tardó en llegar a su primera parada. Después de la intensa aridez del desierto, halló una tierra fértil, llena de animales que pacían en las faldas de los montes. Inmensas montañas rocosas rodeaban el paisaje y en medio de ellas, una explanada donde crecían innumerables árboles frutales. Allí Malén Lozáh escuchó la voz de Dios:

– Esta tierra ha sido bendita para tus hijos. Bendeciré a los que vengan a poblarla. Coloca aquí la piedra fundacional de la segunda ciudad. Construye el altar que será la base del Templo de Merak. Deja la señal que reconocerán tus hijos y sigue adelante. Falta mucho por andar.

Malén Lozáh obedeció. Construyó un altar de piedra en las cercanías de un lago. Luego, se hizo con una laja que situó en un promontorio y allí grabó el que sería de ahora en adelante el signo que distinguiría a la Sociedad Solar y la inscripción que guiaría a sus hijos:

 

Lapis Angularis
Ad urbe condita
Urbs Petrae
Ad maiorem Dei gloriam
Ubi bene, ibi patria

(Piedra Angular. Hasta la fundación de la ciudad. Ciudad de Piedra. Para mayor gloria de Dios. Donde esté el bien, allí está la patria.)

El círculo representaba el sol y el grabado en el centro, la lámpara de siete brazos que era el símbolo de la iluminación y la sabiduría en las siete ciencias. Debajo de la inscripción, dibujó los otros símbolos que sabía que sus hijos interpretarían:

Luego colocó una piedra pequeña sobre la laja, al pie de un saúco de flores blancas y poco más de un metro de altura. En la roca, que cabía en una mano, había tallado el símbolo:

Runade Fuego - Fehu

Fehu, la Runa de Fuego, la primera letra del Futhark20, que representa la realización, el alimento, el ganado y la riqueza. 

Colocadas las señales, emprendió de nuevo el camino. Esta vez hacia el suroeste.

III

Malén Lozáh atravesó el desierto. Caminó días y noches. Su alimento era espiritual, porque era Dios quien lo guiaba. No hubo percances en su travesía. Malén era el Señor de la Tierra y sus criaturas parecían saberlo. Los lobos y hienas del desierto no se acercaron. Los osos de las montañas no se acercaron. Los leones de las selvas no se acercaron. Malén andaba y sus pasos eran el camino. La tierra era virgen y sólo él la había pisado. Se maravilló de su inmensidad y su belleza. De la perfección de su estructura y su diseño. De su lógica evolución. Ni el cansancio hizo mella en este hombre inmortal. Siguió siempre adelante. Y en los silencios más densos, siempre estaba la voz de Dios, acompañándole.

Varias lunas pasaron hasta que llegó a su segunda parada. En medio del desierto, encontró un oasis, una tierra fértil y rica, con un lago cristalino y un bosque de cedros. Varios kilómetros hacia el sur, la costa. Un ejército de palmeras datileras custodiaba la playa. Malén supo que era ése el lugar.

Y Dios le habló así:

– Esta tierra bendita aguarda por tus hijos. Hazlos venir y serán benditos también. Construye el altar, coloca la piedra y sigue adelante.

Y así hizo Malén Lozáh. Colocó el altar, futuro Templo de Phekda, en la entrada del bosque, al pie de unos abedules, y allí colocó la primera piedra, con la misma inscripción que había grabado en la segunda ciudad:

Signo en la piedra de fundación de la ciudad

Lapis Angularis
Ad urbe conditas
Hortus Desertus
Ad maiorem Dei gloriam
Ubi bene, ibi patria

(Piedra Angular. Hasta la fundación de la ciudad. Jardín del Desierto. Para mayor gloria de Dios. Donde esté el bien, allí está la patria.)

Luego, en la piedra pequeña talló el signo:

La Runa Primordial - Uruz

Uruz, la Runa Primordial, segunda letra del alfabeto rúnico, que representa el buey o uro, el conocimiento, la fuerza primitiva, la energía inicial y la sabiduría.

Otras señales dejó Malén a sus hijos para que, llegado el tiempo, fundaran la ciudad bajo los preceptos conocidos.

Luego, emprendió el viaje hacia el noroeste, hacia la futura cuarta ciudad.

IV

Dunas de arena dorada, montes de picos que besaban las nubes, planicies eternas, bosques y lagos, ríos y mares, tierra blanca, tierra roja, tierra amarilla, arena, arcilla; selvas húmedas, marismas, valles secos. Una fauna prodigiosa, una flora inverosímil… Vida por todos lados. Eso veía Malén. En un escorpión o en un lirio. En una vaca o en un arbusto. En un pez o en un río. Dios había llenado la Tierra de vida. Todo había salido de la misma mano. Y todo obedecía a un diseño perfecto. El corazón de Malén se encogía ante tanta majestad. Se sentía diminuto. Él, Malén Lozáh, Hijo de Dios, salido también de Su mano, el Patriarca, el Elegido para poblar la Tierra… era un ser tan pequeño ante esa inmensidad, como una cabra más, una hoja más, un guijarro más.

Malén caminaba y comprendía; miraba y se maravillaba; oía y asimilaba; respiraba y se sorprendía; tanteaba y se inclinaba… No podía hacer más. La belleza le sobrecogía, la perfección le enmudecía, la magnificencia le doblegaba… Y pensar que aún había más. Que la Tierra era sólo una brevísima porción de la Creación Total. Que el Universo era infinito.

Guiado por las estrellas, Malén llegó a su cuarta parada.  Cruzando un bosque de endrinos, una gran extensión de tierra fértil, cruzada por ríos y arroyos, protegida por altos montes hacia el norte. Allí Dios le habló así:

– Esta es la cuarta tierra prometida para tus hijos. Bendita es y benditos serán ellos. Deja tus señas y construye el altar. No te detengas. Aún falta por andar.

Y Malén hizo como se le decía. De piedra construyó el altar para el futuro Templo de Megrez. Y allí colocó una laja con la inscripción:

Signo en la piedra de fundación de la ciudad

Lapis Angularis
Ad urbe conditas
Urbs Patens
Ad maiorem Dei gloriam
Ubi bene, ibi patria

(Piedra Angular. Hasta la fundación de la ciudad. Ciudad Abierta. Para mayor gloria de Dios. Donde esté el bien, allí está la patria.)

Y colocó sobre ella la pequeña roca con el símbolo:

La Runa Activa - Thurisaz

Thurisaz, la Runa Activa, la tercera letra del Futhark, que representa la fuerza de voluntad y la espina que protege. Significa igualmente “abrir caminos”.

Colocadas estas y otras señales, Malén emprendió el camino hacia la costa.

V

En la playa, Malén debió construir una barca. Su próxima parada se hallaba cruzando el mar hacia el oeste. Varios días duró su travesía. Un amanecer, divisó la isla. Un paraíso terrenal. Rodeada de aguas cristalinas, una redonda masa de tierra de exuberante vegetación, coronada por un monte abrupto. Numerosas y extraordinarias especies animales le dieron la bienvenida cuando arribó a la playa. La blanca arena saludó sus pies cansados y se tendió en ella con satisfacción.

Era una hermosa y fértil tierra, bañada por un mar sereno y una luz excepcional. Se adentró en su selva tropical, andando bajo túneles vegetales, hasta que halló un claro en el que terminaban los árboles y se extendía una tierra llana a los pies de la montaña. Allí escuchó la voz de Dios:

– Aquí has de situar la quinta piedra. Aquí habrán de venir  tus hijos. Bendita es esta tierra y benditos son tus hijos. Haz lo acordado y sigue adelante.

Y volvió Malén a construir un altar, esta vez para el futuro Templo de Alioth y cerca de un bosque de fresnos colocó la piedra angular con la inscripción:

Signo en la piedra de fundación de la ciudad

Lapis Angularis
Ad urbe conditas
Ínsula Solis
Ad maiorem Dei gloriam
Ubi bene, ibi patria

(Piedra Angular. Hasta la fundación de la ciudad. Isla del Sol. Para mayor gloria de Dios. Donde esté el bien, allí está la patria.)

Y sobre ella dejó la piedra pequeña con el símbolo:

La Runa Noble - Ansuz

Ansuz, la Runa Noble, la cuarta letra, que libera la fuerza espiritual y la conciencia, y representa el viento y la comunicación.

Dispuestas las señales, Malén volvió a la barca, rodeó la isla y emprendió el viaje hacia el noroeste, hacia el otro lado del planeta.

VI

La tierra continental que lo recibió era boscosa y algo fría. Seguramente por su proximidad con la Tierra de los Hielos Perennes. Estaba situada muy al norte. Malén desembarcó en la costa y emprendió la caminata hacia el oeste. Recorrió bosques y caminos montañosos hasta llegar a un valle que se extendía por varios kilómetros.

Deambuló Malén por aquel valle y dejóse caer bajo un roble. Allí escuchó la voz de Dios:

– Deja aquí la piedra angular. Construye el altar para el Templo doble de Alcor y Mizar. Coloca las señales, aunque no serán vistas por tus hijos. Otros vendrán en su lugar. Pero el signo estará escrito y la luz lo develará.

Se sorprendió Malén ante estas palabras. Y preguntó:        

– ¿Para qué colocar señales que no serán vistas?

Y Dios respondió:

– Haz como te he dicho. Sólo siendo parte de ella, podrás entender el curso de la historia. No uses una laja. Graba los símbolos en la roca viva para que subsistan en el tiempo a las tormentas por venir.

Y Malén obedeció, aun sin comprender. Fue hasta la falda de una montaña y allí halló una gran roca. Sobre ella hizo las inscripciones y símbolos que Dios le fue indicando.

En primer lugar escribió las sentencias y luego colocó el sello de la Sociedad Solar, pero en un tamaño mucho mayor:

Signo mayor en la piedra de fundación de la ciudad

Lapis Angularis
Ad urbe conditas
Urbs Scelesta
In hoc signo vinces

(Piedra Angular. Hasta la fundación de la ciudad. Ciudad Maldita. Con esta señal vencerás.)

Y grabó sobre la misma roca el símbolo:

La Runa Consejera - Raido

Raido, la Runa Consejera, la quinta letra del alfabeto rúnico, que representa el orden cósmico, los misterios de la ley divina manifiestos en la humanidad.

El mismo significado de la runa dejó a Malén sin palabras. Quería preguntar. ¿Por qué Ciudad Maldita? ¿Por qué sus hijos no verían sus señales? Pero guardó silencio ante el contundente signo: era la ley divina. Él nada podría hacer.

Con una extraña pesadumbre, Malén construyó el altar y se preparó para emprender el camino al amanecer hacia la séptima ciudad, al suroeste.

VII

Atravesó una cadena montañosa, de pendientes abruptas y temibles. Descendió hasta sus faldas cruzando un poblado bosque de pinos. La temperatura varió notablemente cuando llegó al valle. Numerosos ríos y arroyuelos dibujaban sus líneas por todo el paisaje e iban a terminar en las costas.

Malén contempló hacia el sur otros montes escarpados que cubrían una gran extensión del territorio. Numerosos animales se desplazaban por el terreno. Malén sabía que la tierra era fértil y que en ese valle se fundaría la séptima ciudad.

Contempló el cielo y una inesperada lluvia le mojó el rostro. Se refugió en el pinar y aguardó. Dios le habló así:

– Este es el lugar. Talla en la roca las señales que tampoco tus hijos verán y coloca el altar del Templo de Alkaid o Benetnasch. Ni esta tierra ni la anterior serán benditas hasta que la luz no revele lo oculto.

Esta vez Malén no preguntó. Construyó el altar y en una roca inmensa grabó la inscripción:

Signo mayor en la piedra de fundación de la ciudad

Lapis Angularis
Ad urbe conditas
Urbs Bellica
In hoc signo vinces

(Piedra Angular. Hasta la fundación de la ciudad. Ciudad Guerrera. Con esta señal vencerás.)

Sobre la misma roca talló el símbolo:

La Runa de la Energía - Kenaz

Kenaz, la Runa de la Energía, la sexta letra, que simboliza el fuego, el poder interior que conduce a la armonía y el equilibrio.

Malén aguardó. Dios habló así:

– Las seis piedras han sido colocadas. Vuelve ahora sobre tus pasos, desanda el camino. Regresa a casa.

VIII

Malén emprendió el regreso. Pasados unos días, volvió a transitar el lugar en que sería erigida la sexta ciudad. Como el sol ya empezaba a ocultarse, decidió acampar allí y continuar por la mañana.

Pero sucedió que al caer la noche, estando Malén sentado junto a su fogata, escuchó los aullidos de los lobos. Los había oído antes pero esta vez provenían de algún punto muy cercano. Recorrió con la mirada el lugar pero, salvo el círculo de luz que dibujaba el fuego, el resto era una total oscuridad. Se puso en pie y se adelantó un poco. Pronto estuvo rodeado de varios pares de ojos brillantes. Se quedó inmóvil aguardando. No sabía si los lobos le atacarían. Hasta ahora, no había tenido ningún contratiempo con los animales salvajes. No les temía, en realidad, pero presentía que algo iba a pasar.

Una débil lucecita empezó a acercarse por entre los árboles. Malén esperó y poco a poco fue divisando una alta figura que caminaba hacia él. Repentinamente, escuchó algo a sus espaldas y se volvió de improviso. Algo saltó sobre sus piernas y le estaba mordiendo. Pero los lobos no se habían movido de su sitio. Malén se sacudió y tomó un leño de la fogata para iluminar lo que fuera que le hubiera atacado. Al contemplarlo, se quedó desconcertado. Nunca había visto una criatura como aquella. Era como un pequeño hombrecito, pero con el cuerpo huesudo y deforme, dientes largos y afilados y unos ojos salvajes. Parecía una mezcla de animal con ser humano. El hombrecito, de cabeza calva y orejas muy largas, seguía tratando de morder a Malén y éste lo espantó con el leño encendido. La criatura se apartó con un chillido pero se quedó a unos pasos, amenazante.

En ese momento, la figura del bosque hizo su aparición. Los lobos corrieron a rodearle como mansos cachorros. La figura, envuelta en un manto que le cubría la cabeza, los acarició suavemente y exclamó con voz enérgica:

– ¡Parvus21! ¡Déjalo ya!

El extraño hombrecillo corrió entonces también a refugiarse tras la figura. Fue entonces cuando ésta bajó la caperuza del manto y Malén Lozáh pudo ver a Sethis Hávigus.

IX

Malén Lozáh contempló a su hermano, sorprendido. No parecía el mismo. Bajo la capa, estaba envuelto en pieles y de su cintura colgaba un puñal. Sus brazos morenos, anchos y fuertes, aparecían cruzados por diversas cicatrices. Su elevada estatura, su vestimenta y el arma, le daban un aire feroz. Pero lo que más impactó a Malén fue su mirada: oscura y llena de odio.

Cuando habló, su voz sonó paradójicamente amable, pero Malén captó en ella un acento sibilino, como si se ocultara una amenaza en su aparente cordialidad.

– ¡Hermano! –exclamó Sethis con una ancha sonrisa, aunque sus ojos no sonreían en lo absoluto.– ¡Vaya sorpresa!... ¿Qué haces tan lejos de tus dominios?

– ¿Mis dominios? –preguntó Malén observándole atentamente.

– Claro –repuso Sethis– Estás muy lejos de tu tierra.

– Mi tierra es toda la tierra. Y sus criaturas son mis criaturas.

– No será siempre así –replicó Sethis tras unos segundos.

Dio unos pasos hacia Malén y lo miró fijamente. Luego dijo casi en un susurro:

– Te arrepentirás de tu traición.

– ¿Traición? –replicó Malén sosteniendo su mirada– ¿Fui yo quien traicionó los principios y enseñanzas del Padre? ¿Fui yo el que jugó sucio en las pruebas del Laberinto? ¿Fui yo, acaso, el que desoyó la voz de Dios?

– ¿La voz de Dios? –exclamó Sethis con cinismo y soltó una amarga carcajada– ¿A cuál dios te refieres?

– A tu Padre y el mío.

Sethis guardó silencio unos minutos. Luego, empezó a caminar en círculos alrededor de Malén  y preguntó divertido:

– ¿Dios es el señor del mundo?

– Sí–respondió Malén sin titubear.

– Entonces… ¿qué eres tú?

Malén no se inmutó y replicó con aplomo:

– Su hijo y el elegido para esparcir Su simiente.

Pero Sethis no estaba dispuesto a darle tregua, así que continuó:

– Si yo también soy Su hijo, mi simiente será también la Suya, ¿no?

– Por supuesto. Pero para ello tienes que unirte a mi pueblo. Sólo así podrás engendrar a tus hijos, para que convivan con los míos como lo que son, hermanos, todos fruto de la misma fuente.

Sethis se detuvo de repente y acercó su rostro al de Malén, expresando:

– Nunca seré uno de los tuyos. Y tu dios lo sabía desde el principio. Nunca seré tu súbdito. Yo haré mi propia historia y la tuya será borrada.

– Entre mi pueblo no hay súbditos. Esas ideas no comulgan con las nuestras. ¿Por qué no vienes conmigo a Alejandría y te haces parte de una historia común?

– Sí, iré a Alejandría, pero para destruir lo que has creado. Me quitaste el derecho de ser el Patriarca y yo te quitaré lo que más amas.

– ¿Cómo puedes haber cambiado tanto?

– No he cambiado, Malén. Siempre fui así. Porque así lo decidió tu dios. Pregúntale a él porqué a uno de sus hijos da la gloria y al otro lo condena. ¿Es ésa Su justicia? Él me hizo para oponerme a ti. Y así será. Y no tienes idea de cuánto lamentarás haber sido tú el Elegido.

Sethis volvió a cubrirse la cabeza y empezó a andar, dando por terminada la conversación. Hizo un gesto al hombrecillo para que le siguiera y, seguidamente, gritó algo a los lobos, que empezaron a rodear a Malén y a aullar amenazantes. Éste siguió de pie, tranquilo, y gritó a su hermano que se alejaba:

– ¿En eso te has convertido? ¿En el señor de las bestias?

Sethis se detuvo sin volverse y a un gesto, los lobos se lanzaron sobre Malén.

Pero algo ocurrió. A Sethis le extrañó el silencio que los rodeó. Los lobos no aullaron más ni parecían estar atacando a Malén. Se volvió irritado y lo que vio le enfureció. Malén sonreía acariciando los lomos de los animales como si fueran cachorros juguetones. Éstos se movían entre sus piernas mansamente y se dejaban palpar por Malén, bajando la cabeza como si se sintieran honrados ante su presencia.

El hombrecillo soltó otro chillido y se aferró a las piernas de Sethis. Malén exclamó sin perder la sonrisa:

– ¿No te dije ya? Mi tierra es toda la tierra. Y sus criaturas son mis criaturas.

Sethis miró a su hermano fijamente y un rictus se dibujó en su boca. Luego, dio media vuelta y se marchó por entre los bosques. Malén nunca olvidaría el odio de esa mirada.

X

Malén Lozáh emprendió el regreso, desandando todo el trayecto recorrido. Su avance era ahora más rápido, sin embargo tardaría otros cinco años en llegar a su hogar. Por su parte, Sethis acortó camino adentrándose en la Tierra de los Hielos Perennes y atravesando sus frías montañas, que ya conocía como la palma de su mano. Tras él venían sus lobos y el hombrecillo de aspecto repugnante, que caminaba resoplando y maldiciendo. El terreno era difícil y escarpado, las continuas ventiscas hacían más lento su caminar. Pero Sethis estaba acostumbrado a este clima y no se doblegó. Estaba decidido. El encuentro con su hermano había avivado el rencor y la amargura. Por ello, había emprendido camino y en pocos meses estuvo en las afueras de Alejandría. 

Capítulo IV: Del Rapto de la Sacerdotisa

NOTAS

19  Constelación Osa Mayor.

20  Futhark: Alfabeto rúnico. Deriva su nombre de las seis primeras letras del mismo: Fehu, Uruz, Thurisaz, Ansuz, Raido y Kenaz.

21  Pequeño, en latín.

 
     
 
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Caracas-2006

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