Marginalia. Novela desconocida - Contracultura - Literatura Marginal.
Colección Marginalia Infantil y Juvenil
 

MARTA Y SAVANA
Un viaje por los cuatro mundos


ESTER TORRELLA YAGÜE

 

EL MUNDO DEL AGUA


Las aguas se separaron ante los ojos de las dos amigas invitándolas a entrar con comodidad hasta sus profundidades. Savana no titubeó y aceptó de buen grado esta amable invitación. Pasaron sólo unos pocos segundos antes de que las aguas volvieran a juntarse recuperando su aspecto original, como si nada hubiera sucedido. Pasado el susto del primer momento, ambas se sintieron muy cómodas nadando entre peces de mil colores, plantas de hojas largas y onduladas y suaves corrientes que las empujaban hacia aquí y hacia allá.

Savana aprovechó el momento para hacerle unas observaciones a Marta.

– ¿Te has dado cuenta, Marta? En el agua todos nuestros movimientos son muchísimo más lentos que en la tierra, como si fuéramos las protagonistas de una película filmada a cámara lenta.

Aquí nos es imposible galopar y todo parece que pese menos. Fíjate en tu pelo ¿te das cuenta de cómo va hacia arriba como queriendo flotar? Y todo está en silencio, suerte que tú y yo podemos leernos el pensamiento, porque con la palabra no nos podríamos comunicar de ninguna manera. Aquí se escucha siempre una especie de lejano rumor, como cuando te tapas los oídos con las manos huecas o escuchas el sonido de una caracola de mar.

– Es verdad, qué curiosas son todas estas sensaciones –dijo Marta– aunque no termino de entender a qué te referías cuando hablabas de que todo lo que podemos ver está hecho de la combinación de elementos de los cuatro mundos. Yo aquí sólo veo agua y nada más que agua.

Antes de que Savana tuviera tiempo de responder, detrás de un montón de rocas, apareció un majestuoso palacio construido con numerosas torres de paredes muy altas y gruesas que, por cuestiones bien misteriosas, transparentaban una intensa luz que brillaba en su interior, como si los muros fueran de cristal.

Todas sus puertas estaban abiertas de par en par y una multitud de peces grandes y pequeños entraban y salían a placer como si de un domingo de mercado se tratara.

Marta se había quedado boquiabierta.

– ¡Mira Savana, qué maravilla! ¿De quién debe ser este precioso palacio?

– ¿Pero qué hacéis aquí paradas? –exclamó una penca de gran envergadura que pasaba por allí dándoles un susto fenomenal– Supongo que habéis venido a la fiesta que Poseidón organiza cada año para celebrar la llegada del verano. ¿A qué esperáis? ¡Entrad de una vez que hay comida y bebida de sobra para todo el mundo!

Marta y Savana se pusieron en marcha dispuestas a aceptar esa extraña invitación, aunque las dos estaban algo inquietas.

– ¿Tú estás sintiendo lo mismo que yo? –susurró Marta a los oídos de la yegua–.

– Supongo que sí –respondió la yegua– Esto que sentimos deben ser los nervios y la emoción por la aventura que estamos viviendo, pero no te preocupes, seguro que Poseidón nos acogerá encantado.

Marta no había oído hablar nunca de este personaje.

– Ya me explicarás quién es este tal Poseidón del que habláis –dijo– De momento parece ser que es quien manda aquí.

– No te equivocas –respondió Savana– Poseidón es el dios que reina sobre el mar y los lagos y también sobre las olas y él es quien ordena que permanezcan tranquilas o que se agiten con las tempestades. También puede hacer que nazcan fuentes de agua dulce de entre las rocas, golpeándolas de forma decidida y contundente con su tridente. Ya verás qué divertido es este tridente, se parece a un gran tenedor.

Las estancias que iban atravesando eran grandes y espaciosas, bellamente decoradas con nácares tornasolados y conchas de diferentes colores ensartadas en largos tallos de algas que cubrían por completo las paredes del palacio.

Por fin llegaron a la sala principal donde se había improvisado un gran comedor preparado para dar cabida a todos los invitados. Las dos amigas se quedaron muy sorprendidas al ver aquel gran espectáculo festivo que se desplegaba ante sus ojos.

En el centro de la sala, los sirvientes habían dispuesto una mesa muy larga, repleta de exquisitos platos y, en uno de sus extremos, se hallaba sentado un personaje muy peculiar. Un hombre grande y fuerte, de cabellos largos y rizados y una espesa y canosa barba, que mostraba su torso desnudo y lucía una espléndida corona en su cabeza. Marta se fijó enseguida en aquel inmenso tridente del que le habló Savana, aunque a ella no le hizo ninguna gracia, más bien la atemorizó.

Poseidón levantó la vista de la mesa, poniendo cara de sorprendido al ver entrar a las dos amigas.

– ¡Hola! –exclamó con una sonrisa en el rostro– Pasad, pasad, no os esperaba tan pronto. Hacía milenios que no veía un caballo del mundo de la tierra. Aquí sólo tenemos caballitos de mar. Y bien ¿qué os ha traído hasta mi palacio?

Savana se apresuró a responder.

– Tú debes ser Poseidón, ¿verdad? Yo me llamo Savana y Marta es la niña que está conmigo. Una penca que nadaba cerca de la entrada del palacio nos ha invitado a entrar. Nosotras no sabíamos que hoy dabas una fiesta.

Hemos venido hasta aquí para saber de qué está hecho todo lo que los ojos ven y hemos empezado por visitar el mundo del agua. Después queremos ir a visitar el mundo del aire, el del fuego y el de la tierra.

Teniendo en cuenta que tú eres el dios del agua, quizás podrías ayudarnos.

– ¿Qué quieres saber? –le preguntó Poseidón–.

– Marta dice que no puede comprender cómo es que dentro del mundo del agua se encuentran también los otros tres mundos ¿se lo puedes explicar?

– Bueno, esto es porque no has prestado suficiente atención, señorita –le dijo Poseidón– ¿Acaso no has visto las burbujas de aire que salen de tu nariz o de la boca de los peces? El aire también está en el agua y ¿no has visto la cantidad de plantas que hay por todos lados? ¿No te parece que ellas pertenecen al mundo de la tierra?

– Sí, pero ¿y el fuego? –replicó Marta– ¡No me dirás que hay fuego aquí abajo!

Poseidón se rió a gusto con el comentario de Marta.

– ¡Naturalmente que hay fuego!, aunque no tiene la forma de las llamas a la que tú estás acostumbrada.

– Entonces, ¿Qué forma tiene? –insistió Marta tozudamente–.

– El fuego del agua no puede verse con los ojos, contestó Poseidón, pero se adivina por la temperatura del agua.

El sol es nuestro fuego particular, durante el verano calienta las aguas y en invierno las enfría porque sus rayos no inciden tan directamente sobre ellas.

Mira si es importante para nosotros el sol, que él es quien hace que el agua cambie de forma. Supongo que tú ya sabes que puede ser líquida, como en el mar, los ríos o los lagos, o evaporarse con el calor y subir hacia el cielo formando las nubes, o cristalizar y volverse dura como un cubito de hielo cuando hace mucho frío.

Savana decidió participar en la conversación y mostrar así sus conocimientos sobre el tema.

– Es verdad, el calor del sol evapora el agua haciéndola cada vez más y más ligera para que pueda subir hacia el cielo sin esfuerzo y ser transportada por el viento de un lado al otro. Y gracias a las diferencias de temperatura que hay entre la tierra y el aire, el agua almacenada en las nubes, vuelve a caer sobre la tierra en forma de lluvia y así, de paso, limpia la atmósfera, riega la tierra y da fuerza a las aguas y a todos los seres que viven en ellas.

Las nubes nos ayudan a comprender cómo el fuego forma parte del agua y cómo el agua forma parte del aire.

Marta abrió unos ojos como naranjas.

– Pues es verdad que el fuego puede estar en el agua ¡ahora lo entiendo! Y también entiendo que es gracias a él que el agua puede cambiar de forma. Podríamos decir que el agua está viva ¿no es así, Poseidón? pero ¿qué es lo que hace que esté viva?

Y con una sonrisa de satisfacción en la boca, Poseidón le contestó:

– La Magia, querida, porque la vida es mágica.

Precisamente por esto hoy nos disponemos a celebrar La Gran Fiesta del Verano, porque estamos muy contentos y agradecidos a esta estación tan agradable que ha llegado puntualmente a visitarnos, un año más, sin que hayamos tenido que hacer absolutamente nada para conseguirlo, y esto es precisamente gracias a la Magia de la vida que hace que todo se renueve eternamente.

– Bueno, ya está bien de tanta charla –decidió de pronto Poseidón– Sentaros a la mesa que tengo que atender a los invitados y dar las órdenes oportunas para que empiece la fiesta.

Marta se quedó muy pensativa y se dejó llevar por Savana que había empezado a buscar un buen lugar en la mesa. Intentaba comprender qué significaba aquello de la Magia y qué tenía que ver con el verano y con la eternidad. A pesar de sus esfuerzos no consiguió encontrar ninguna explicación y decidió dejarlo para más adelante y disfrutar de la fiesta que acababa de empezar.

Las dos, yegua y niña, saborearon con placer los exquisitos manjares que Poseidón había dispuesto en la mesa.

Marta nunca había comido algas y las encontró francamente deliciosas. Hasta ahora no se había dado cuenta de que muchos de los alimentos venían del mundo de la tierra, aunque crecieran en el mundo del agua. ¡Alguna cosa había aprendido!

Poseidón se levantó inesperadamente de la mesa, reclamando la atención de sus invitados con el tintineo de una gran campana de cristal, mostrando la espectacular musculatura de su torso. Llevaba el tridente en una mano y en la otra una copa llena de ambrosía que levantó enérgicamente con la intención de realizar un brindis. Todos los invitados callaron en señal de respeto y de interés.

– Hoy nos hemos reunido alrededor de esta mesa para celebrar la llegada del verano a nuestro mundo del agua y darle la bienvenida con una gran fiesta.

Comer y beber es una buena manera de señalar los momentos importantes de la vida, pero significa bien poco si no hay alegría y amistad en nuestros corazones.

Hoy tenemos aquí entre nosotros a unos nuevos amigos, que han venido del mundo de la tierra para conocernos. Démosles la bienvenida con este brindis.

Y entonces, todos los invitados se levantaron de sus sillas para alzar sus copas y aplaudir a los nuevos amigos.

Marta se quedó paralizada de vergüenza y de emoción. Esto no se lo esperaba y se puso a llorar sin poder hacer nada para evitarlo. Savana no sabía qué hacer para consolarla. Poseidón se acercó y poniendo su mano sobre el hombro de la niña le dijo:

– Marta, te has emocionado, no te preocupes, no pasa nada. Estás en el mundo del agua y este mundo representa las emociones. Quizás por este motivo no has podido evitar el llanto. Las emociones son agua, querida niña. Fíjate en que siempre que estás muy triste o tienes mucho miedo o te estás riendo a carcajadas, lloras y las lágrimas que salen de tus ojos son agua, y también puede salirte por la nariz.

La tristeza, la alegría o el miedo, son emociones que nos agitan. A veces son tan fuertes que no las podemos controlar, como te ha pasado ahora a ti. Pueden tener la fuerza de un río que se desborda y que lo inunda todo a su paso. Cuando esto sucede, no tenemos más remedio que esperar a que la tempestad amaine y que las aguas vuelvan de nuevo a su cauce. Ya verás cómo después de llorar te sentirás más serena.

Marta se sintió muy reconfortada con estas palabras de consuelo.

– Gracias, Poseidón, no te imaginaba tan cariñoso, más bien me dabas un poco de miedo, pero me ha parecido muy bonito esto que has dicho de nosotras y de la amistad. Ahora me siento mucho mejor, aunque un poco avergonzada, porque os he dado a todos un buen espectáculo.

Tras este pequeño incidente, todo volvió a la normalidad y el bullicio y las risas de los invitados llenaron de nuevo el comedor.

De pronto, las paredes empezaron a temblar, estremecidas por el potente sonido de unas trompetas.

– ¡Atención, el espectáculo va a dar comienzo! –Proclamó una carpa que lucía un vestido de lentejuelas de auténtica gala–.

Y enseguida hizo su entrada un numeroso grupo de sirenas, de una gran belleza, que se fue situando en el centro de la sala a modo de coro. Venían dispuestas a cantar sus mejores canciones para entretener a los invitados y al propio dios.

Marta no se lo podía creer ¡sirenas cantando! A quién le podría explicar esto cuando regresara a su pueblo sin que la tomara por loca.

Las sirenas empezaron el concierto y a medida que iban cantando, la dulzura y la calidez de sus voces, iba hipnotizando progresivamente a los invitados. Ninguno de ellos era ya capaz de comer ni de beber, ni siquiera parpadeaban. Parecían hechizados por aquellas notas cautivadoras.

De pronto, Savana percibió una extraña sensación, se sentía en peligro y enseguida entendió el porqué. Sin decir nada a nadie, se incorporó y después de aupar a Marta sobre su grupa con energía y determinación, salió de la estancia procurando hacer el mínimo ruido para no distraer al resto de los invitados.

Poseidón miró a la yegua de reojo y la dejó hacer. Era conocedor de la sabiduría de los caballos y entendió el porqué había decidido marchar.

Marta protestó enérgicamente, estaba muy enfadada con Savana.

– ¿Qué es lo que te ha pasado? Yo estaba muy a gusto escuchando a las sirenas. ¡Al menos hubieras podido avisarme de que te querías ir!

– Nos ha ido de bien poco, Marta –dijo Savana resoplando penosamente– Si no llego a reaccionar a tiempo, estas canciones tan melosas nos hubieran atrapado a las dos en el mundo del agua para siempre. ¿Acaso no te has dado cuenta de que todos estaban como hechizados?

Tenemos que ir con cuidado, querida, porque cuando escuchamos aquello que nos gusta y nos hace sentir bien, dejamos de hacer lo que es más conveniente, quizás porque nos da pereza, o no nos gusta, o nos cuesta hacerlo. Y no podemos olvidar que este mundo no es el nuestro, Marta. Debemos irnos porque tenemos que aprender cosas de los otros mundos. Es importante no conformarse con lo que se acaba de encontrar, imaginando que es lo único que existe. Tenemos que seguir aprendiendo e investigando.

– Tienes que reconocer que hemos sido muy maleducadas al marcharnos de palacio sin ni siquiera despedirnos de Poseidón – protestó Marta– Al menos podríamos volver y disculparnos.

– Estoy segura de que él lo entenderá, Marta –dijo Savana– pero si tienes que quedarte más tranquila, podemos ir a buscar a la penca que nadaba cerca de la entrada del palacio y pedirle que le transmita nuestras disculpas a Poseidón y también nuestro más sincero agradecimiento por la amabilidad y generosidad que ha tenido con nosotras.

Y así lo hicieron. Marta no entendió muy bien las explicaciones de Savana, pero le hizo caso. Confiaba totalmente en la sabiduría de su yegua.

–¿ Qué te parece, volvemos a casa, Savana? –Dijo Marta con ganas de provocar a la yegua–.

Savana no se esperaba por nada del mundo esta pregunta.

– ¡No me dirás que ya estás cansada, porque nos quedan muchísimas cosas por hacer! Estaba pensado que podríamos aprovechar el calor del sol, ya que estamos en verano y en el mundo del agua, para evaporarnos y convertirnos en nubes, a ver qué es lo que sentimos y qué es lo que podemos aprender de ellas.

– ¡Caramba, qué emoción! Has tenido una buena idea –le dijo Marta sorprendida– ¿De verdad que subiremos hasta el cielo?

– Ahora mismo lo verás –le contestó la yegua– De momento subiremos hasta la superficie del lago. Tú quédate bien quieta, como si estuvieras tomando el sol en el balcón de tu casa.

 
 

Marta y Savana     Comienzo del libro     El Mundo del Aire

 
 
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